Dios Trabaja

by Fr. Ed Liptak, SDB

El 1 de mayo conmemoramos a San José Obrero. En la primera lectura de esa misa, se celebró a Dios trabajando como creador y cuidador. El evangelio celebró la Sagrada Familia, José trabajando cuidando a su familia, María, la Madre en un hogar trabajador, Jesús como el Hijo del Carpintero. Muy probablemente, el linaje de José se remonta a esas familias que eligieron el norte de Palestina para establecerse al regresar del exilio. ¿Qué familia de inmigrantes ha tenido éxito sin trabajo duro?

Este quinto domingo de Pascua, casi una semana después, Jesús, el Hijo del Carpintero, se prepara para trabajar y terminar la tarea que su Padre celestial le dio. Él está en la Última Cena rodeado de sus compañeros de trabajo para nuestra salvación y está a punto de sellar su Pasión, Muerte y Resurrección en todo lo que ha dicho y hecho. En las Escrituras anteriores, desafiado por trabajar en una cura en sábado, proclamó: “Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo trabajo” (Jn 5:17). Ahora, en el evangelio de hoy, es hora del trabajo supremo de salvación. El sacrificio cristiano de la Pascua del Cordero debe comenzar.

Ahora son los discípulos de Jesús los que están preocupados. Sienten el desastre inminente, pero Jesús les ruega que tengan fe en él como tienen fe en Dios. Él va a preparar un lugar para ellos en las mansiones de Dios. Él regresará, dice, porque quiere que estén donde él está, y ya conocen el camino. Desafiado por Felipe, Jesús pronuncia una de sus frases memorables: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie viene al Padre sino por mí”. Aún ahora, cualquier persona que quiera ser salvada y descansar en Dios debe hacerlo conociendo y practicando el Camino enseñado por Jesús. De hecho, ÉL es el Camino por el cual debemos vivir y seguir.

Jesús está en el Padre y el Padre está en él. Lo que aquellos que siguen a Jesús deben saber es que el Padre habla a través de Jesús: “Las palabras que les hablo no son mías, sino del Padre que me envió” (Jn 14:24). Jesús hace la obra de su Padre. Él hace la voluntad del Padre. Su voluntad es nuestra salvación. Alabado seas, Señor Jesucristo.