Domingo Del Buen Pastor

by Fr. Ed Liptak, SDB

La oración de apertura para el cuarto domingo de Pascua va al corazón del mensaje de esta semana: “Dios todopoderoso y eterno, guíanos a compartir las alegrías del cielo”. Ese es el objetivo de toda la vida cristiana. La oración continúa: “…para que el humilde rebaño alcance donde ha llegado antes el valiente Pastor”. Nosotros, miembros de ese rebaño, anhelamos el liderazgo infalible de Dios en nuestro camino hacia la vida eterna, y nuestro Pastor es el Señor Jesucristo.

Antes de la descripción de Jesús sobre su pastoreo, hay dos pasajes de aquel a quien Él designó para guiar su rebaño. Recordemos las tres preguntas de Jesús a Simón Pedro: “¿Me amas?” Simón insistió en que lo hacía, y Jesús le ordenó: “Apacienta mis ovejas. Apacienta mis corderos”. El Padre nos dio a Jesús para guiarnos, Jesús nos dio su Iglesia. ¿Y qué enseñó Pedro, su heredero? “Arrepiéntete y bautízate en el nombre de Jesucristo para el perdón de tus pecados”. Luego, “porque como ovejas habíamos errado,” “él mismo cargó con nuestros pecados en su cuerpo en el madero. Por sus llagas fuimos sanados.” El mensaje de Pedro es el poder y la valentía de Jesús.

El capítulo 10 del Evangelio de San Juan confirma la afirmación de Pedro. Jesús dijo: “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas”. Dijo esto bajo amenaza de los incrédulos. Añadió lo que significaba, que los asalariados huyen ante el peligro, pero no Él. Las ovejas son suyas, y Él las defenderá. Esto debería ser un consuelo para nosotros, que luchamos por vivir como buenos y decentes cristianos.

De manera similar, Jesús hizo otra afirmación. Dijo que libremente, por su propia voluntad, daría su vida por sus ovejas, que nadie le quitaría la vida, pero que si muriera la tomaría de nuevo, porque su poder venía por mandato de Dios. De hecho, más tarde diría que era uno con Dios. Consideremos. ¿Qué defensor más grande podemos tener además de Jesús, humano y divino?

Si solo reflexionáramos. El poder para llevar una buena vida viene de arriba. Jesús nos conoce y nos ama.

¡Feliz el que confía en ti!

Salmo 84