Dios no es sordo


Reflection by Fr. Ed Liptak, SDB
Translation by Fr. Jesse Montes, SDB


Dios no es sordo; Tampoco es ciego. Él escucha lo que decimos, es consciente de lo que hacemos. Afortunadamente para nosotros, esas palabras no son una amenaza. Pueden serlo, pero solo aquellos que hacen el mal deben temer el disgusto Todopoderoso, como dijo Jesús, de Aquel que puede;arrojarnos al infierno;. Sí, el cielo es real. Así es el infierno. Sin embargo, qué reconfortante, si con la poderosa ayuda de Dios, nos mantenemos en el camino estrecho de las buenas obras, porque Él también ve y oye el bien que hacemos, y lo registra para el Reino de los Cielos. Dios no bromea.

Por lo tanto, nos damos cuenta de lo importante que es traer una humilde conciencia de quiénes somos, nuestro verdadero yo, a nuestra oración. El Evangelio de San Lucas ya ha compartido cualidades de oración por eventos o parábolas que Jesús usó para enfatizarlos: Agradecimiento; en la oración, por el evento de los diez leprosos, solo uno de los cuales regresa para dar gracias a Jesús y glorificar a Dios. Luego ‘Persistencia’; en la oración, por la parábola de la viuda que suplicó justicia y finalmente fue escuchada por un juez injusto. Jesús enseñó, en cambio, que Dios ;escuchó; la oración de la viuda ;inmediatamente;, no como el juez, que debido a la debilidad humana necesitaba muchas súplicas para ponerse al día con lo que era justo. Finalmente, Jesús lamentó que fidelidad “ encontrará a su regreso a la tierra”. Fe; y ;confianza; en él deben ser cualidades de nuestra oración.

Se pueden aprender muchas lecciones de la nueva parábola de hoy del fariseo y el publicano. Primero, debemos notar la fea autosatisfacción; del fariseo. Él es el antepasado de aquellos que se acercan a la oración convencidos de su propia santidad. Qué bueno trató de hacerse a sí mismo, mientras anunciaba a Dios como era él una buena persona que le estaba hablando. Tontamente se comparó a sí mismo con los lamentables pecados del otro, el recaudador de impuestos. Dios NO estaba complacido.

Después de esta fea exhibición, nos centramos en la persona humilde que apenas se atreve a levantar los ojos a Dios, porque admite el mal de su vida. Su clamor es por misericordia, es una persona pecadora, y eso sabemos que es una buena actitud para llevar a nuestra propia oración, una en ‘Necesidad de Misericordia’. Esta cualidad de oración enseñada por Jesús es poderosa: si quieres ser escuchado, ven humildemente; al Señor, no importa lo mal que hayas caído.

“Tráeme a salvo, Señor, a tu Reino Celestial. ¡A él sea la gloria por los siglos de los siglos”
(Pablo en 2 Timoteo 4:18)